En opinión de… Fernando Vázquez Rigada

Fernando Vázquez Rigada

Por: Fernando Vázquez Rigada

LA CAÍDA

Llegó la caída. López Obrador dilapida su popularidad por dos motivos: incapacidad y arrogancia.

No es una caída menor: ha perdido 21 puntos en 9 meses, de los cuales 10 fueron en las últimas 4 semanas.

En términos claros, ya López Obrador se encuentra en el nivel que tuvo Fox, y por debajo de Calderón, en el mismo mes de su primer año de gobierno.

Se perdió la magia.

Sigue superando a Peña Nieto, que en esta etapa tenía algo así como 10 puntos menos, pero la magnitud real de la baja se explica por el siguiente dato: Peña Nieto perdió algo más de 8 puntos con los impactos de Ayotzinapa y la Casa Blanca.

De ese grado es la caída de López Obrador y Morena.

La soberbia del presidente le hizo pensar que era intocable. Por eso no leyó los números de la realidad: las encuestas le daban aprobación, pero su piso se había venido reblandeciendo mes con mes. En los temas concretos de su gestión (obras públicas, salud, economía, seguridad) el respaldo ciudadano no hacía sino bajar mes con mes.

La arrogancia le impidió corregir y enderezar el rumbo.

Luego vinieron los impactos terribles: Aguililla, el culiacanazo, y el horror de la muerte de los LeBarón.

La incompetencia de un gabinete mediocre emergió con toda su fuerza, pero también las limitaciones de preparación, temple y altura de miras del presidente.

A las banalidades de slogans que han perdido su gracia -abrazos, no balazos; fúchila, guácala; pórtense bien- siguió un comportamiento errático que abre dudas sobre si el compartimiento oficial es simple torpeza o inaceptable complicidad.

Bajo la ola de indignación se comienza a percibir el golpe brutal de una onda telúrica devastadora: la de una economía detenida. 10 mil millones de pesos retirados de sus Afores por personas que perdieron su empleo. 19 estados en recesión. Déficit en la generación de puestos de trabajo.

Como era de esperarse, la corrección no sólo no llegó: el régimen se radicalizó: canceló el seguro popular, reprimió a ex policías federales, jugó la carta racial en perjuicio de una mayoría aplastante de adultos mayores y orquestó un fraude para apoderarse de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

La arrogancia y la incompetencia terminarán de hundir al presidente, a su gobierno y al país.

Hoy, el 60% de los mexicanos piensan que López Obrador perdió el control de los asuntos del país.

No se ha dado cuenta, pero una lectura sosegada de los números debería alertarle que el descrédito ya golpeó -y seguirá- al único activo que tenía su lamentable administración: su credibilidad personal.

Pese a que mantiene un bono de apoyo popular, no hará sino continuarlo desgastando.

El presidente no escucha. No atiende a las señales de los mercados. Desestima los signos de irritación en Estados Unidos. Estira la liga con las fuerzas armadas. Minimiza los signos de descontento aún dentro de Morena.

Nuevas mediciones que están en curso confirmarán que el desplome continúa.

La caída ha comenzado. Y no se ve cuándo vaya a terminar.

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