Ante el crimen, todos los mexicanos en riesgo: Contrapunto

 

Imagine usted que vive en un estado que ha sido azotado por la violencia.

A diario se viven tiroteos, levantones, secuestros, ejecuciones, extorsiones, feminicidios y la autoridad ha guardado silencio. Es más, no captura a nadie, pero culpa a los medios de informar sobre la violencia.

De pronto, usted va por el centro de la populosa capital de ese estado y quiere comprar a media cuadra del lugar algo de ropa para sus hijos.

Algo raro ocurre, muchas camionetas están encendidas en las tres esquinas que están a un lado del pequeño edificio del gobierno. Son decenas de vehículos y de ellos bajan hombres fuertemente armados.

Usted se esconde en la tienda y ruega a Dios –sin estampita en sus bolsillos- por su vida y la de los suyos. Le preocupa que los sujetos corren al edificio gubernamental.

Los sicarios rodean el llamado palacio de gobierno y muchos de ellos, quizá 50 0 60 se quedan rodeando las entradas y el resto, otro número igual ingresan sin que nadie les ponga un alto.

Ahí dentro disparan a todos los que se encuentran en su camino. Matan a cuatro vigilantes y terminan con la vida de varios jefes de oficina. Casi a un lado de una pequeña puerta que lleva hacia un área donde se guardan datos históricos se encuentran a un hombre asustado que salió de la Secretaría de Gobierno. Lo ultiman.

Al fondo del palacio, edificio de un solo nivel, encuentran al gobernador y sin mediar palabra, también le disparan y le quitan la vida.

Los hombres recargan sus potentes armas y salen caminando. Algunos utilizan radios y otros sus celulares. Sin que nadie se les ponga enfrente se alejan de allí. El saldo, 35 personas muertas y 47 heridos.

En ese lapso y pese a que bloquearon varias calles e inclusive, las entradas y salidas de la pequeña capital, no aparecieron soldados del Ejército Mexicano. Los elementos de la Guardia Nacional, al ser informados sobre los hechos fueron acuartelados.

Afuera es un caos, la gente corriendo viendo cómo se marchan a gran velocidad las camionetas de distintas marcas pero que transportan a sicarios que no temen enfrentarse a soldados, policías, mucho menos a rivales de otros grupos.

¿Se imagina usted una escena así? Ojalá y no. Pero algo así, aunque en menor proporción ocurrió en San Miguel Totolapan, en Guerrero.

Un grupo armado con más de 300 sujetos de un grupo denominado “Los Tequileros” ingresó al municipio enclavado en la llamada Tierra Caliente. Muchos sicarios se quedaron bloqueando entradas y salidas de la localidad. Otros circularon por la ciudad sin ningún problema. La población, encerrada en sus casas.

Llegaron a la casa de la familia del alcalde perredista Conrado Mendoza y también ingresaron y dispararon dentro de palacio municipal. Allí, además del alcalde, fue asesinado su padre, Juan Mendoza Acosta, además de policías, funcionarios y un menor de edad.

Al lugar, en el momento de los hechos, no llegaron elementos del Ejército mexicano, ni de la Guardia Nacional. De los policías municipales la mayor parte de la corporación fue asesinada allí. Las cifras de muertos variaron y hasta hoy no se sabe con exactitud, 18, 19, 20 o 25.

Luego de los hechos y la partida de los Tequileros, que traen viejas rencillas con la Familia Michoacana, no se hizo mucho. Dentro del palacio municipal sólo quedaron cadáveres y una que otra persona que salió de su escondite para llorar a los muertos.

La valiente defensa del país, soldados y Guardia Nacional, llegaron después. Sí, hasta que los facinerosos se fueron llegaron los héroes de Palacio Nacional a vigilar la zona y acordonar los lugares siniestrados. ¿Ya para qué?

El crimen organizado ha actuado a placer casi desde siempre, pero la política de “Abrazos, no balazos” les ha parecido un juego y al parecer entendieron que pueden actuar sin que nadie les haga frente. Lo mismo pasa en Guerrero, Michoacán, Zacatecas, Colima, Veracruz, Sonora y Sinaloa, entre otros estados.

Estos grupos están fuertemente armados y no tienen miedo de enfrentarse con grupos rivales o con soldados. Cuernos de chivo, metralletas, granadas y hasta lanzacohetes forman parte de su arsenal. Así seguirán actuando ya sea que el Ejército permanezca en las calles o en sus cuarteles.

Mientras más se capacitan y arman estos grupos, un gran sector de militares están convertidos en albañiles y pintores de brocha gorda en distintas obras que serán controladas por sus superiores. Tenemos en el AIFA y el Tren Maya los más claros ejemplos.

Y los ciudadanos mexicanos ¿Cómo quedamos? ¿Quién nos protegerá? Si algo ocurriese en Veracruz, no podremos contar con los militares y de la Guardia Nacional tampoco se espera mucho pues cada que hay un enfrentamiento son acuartelados.

Así las cosas.

¡Quédate en casa!

Miguel Ángel Gómez Ruiz/RCK Noticias/Xalapa, Ver.

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